Este post trata de dar pautas, recomendaciones, técnicas que tenemos a nuestro alcance y que iremos
probando para ver cuáles de ellas se ajustan mejor y son más eficaces en
nuestro caso particular.
Se trata
de poner límites claros y sólidos, que harán que el niño tenga claro qué es lo
que se espera que haga y qué se espera que NO haga, ayudándole a aceptar el
“no”, a aprender valores como el respeto, la obediencia, la tolerancia, el orden, etc.
¿QUÉ
HAREMOS CON EL NIÑO DESOBEDIENTE?
Los niños pequeños necesitan recibir
recompensas y castigos por todos sus comportamientos. Es decir, menos discursos y más consecuencias. De nada sirve
razonar con los niños más pequeños por qué les negamos algo o por qué les
mandamos que hagan algo.
¨ Siempre tener en cuenta que los niños aprenden a hacer, sentir y pensar aquello que ven y oyen
más que lo que se les ordena que hagan. Si obligamos al niño a
respetar ciertas normas, nosotros debemos dar ejemplo. Somos los modelos de
identificación en los que el niño se va a fijar. No podemos castigarle por
gritar o ser violento si nosotros mismos perdemos el control continuamente y
damos puñetazos en la mesa cuando nos enfadamos. O decirle que no debe mentir y
luego decirle “esto no se lo decimos a tu padre”.
¨ Toda conducta se mantiene o
desaparece según las consecuencias que se obtengan de ella. Si
ignoramos al niño cuando hace algo, estaremos favoreciendo que el niño deje de
comportarse de esa manera. Por el contrario, si le reforzamos por medio de
nuestra atención, alabanzas, palabras de ánimo o caricias, PERO TAMBIÉN
RIÑÉNDOLE, CASTIGÁNDOLE, DESESPERÁNDONOS CON SU ACTITUD, conseguiremos que el
niño realice con más frecuencia dicha conducta.
“Es
fantástico que te hagan caso. Si no te hacen caso es que no te quieren. Si no
consigo atención por buenas conductas, la obtendré por conductas malas. Es
mejor que me castiguen y sentir que se ocupan de mí, que pasar
desapercibido”.
Isabel
Orjales, 1998
|
Nos
fijaremos en…
¿Qué es
lo que hace el niño?
Intentaremos describir la conducta de una forma concreta.
Esto es algo que solemos hacer de manera incorrecta, pues nos limitamos a etiquetar al niño. Por ejemplo, solemos
decir “eres un maleducado”, “no seas malo” o “eres un egoísta”.
Cuando
etiquetamos al niño…
– Utilizamos afirmaciones que son vagas y generales y,
por lo tanto, no le estamos diciendo al niño de una forma clara qué es lo que
esperamos de él o qué es lo que está haciendo mal.
– Provocan la “Profecía autocumplida”: el niño acabará
comportándose siempre de la manera en que le decimos que se comporta a veces.
Si, por ejemplo, a un niño le estamos diciendo siempre que es un desordenado,
acabará por asumirlo, no se molestará en ordenar su cuarto de vez en cuando,
porque en algún momento acabará oyendo “eres un desastre, SIEMPRE tengo
que andar recogiendo detrás de ti”, etc.
– Las etiquetas nos hacen ver al niño como incorregible,
y, lo que es más importante, se lo hacemos ver a él. Realmente, la conducta del
niño cambia con el paso del tiempo y de una situación a otra. Seguramente no
será desordenado siempre, no siempre contestará de malas maneras, etc…
– Invitan a la pasividad (“es así, ¿qué le vamos a hacer?”).
Debemos
aprender a definir claramente qué es lo que hace el niño y decírselo de esta
forma a él.
En
lugar de….
§
“Eres un caprichoso”,
diremos “cuando no te dejo comer chucherías antes de las comidas te tiras
al suelo y lloras, y eso no nos gusta”.
§
“Te pones muy agresivo”,
diremos “empujas y pegas a su hermana cuando ella no te deja sus juguetes,
y eso no está bien”.
§
“Eres un desobediente”,
diremos “no te quieres poner el pijama y lavarte los dientes cuando estás
jugando, y todos los días tenemos riñas por eso”.
¿Cuándo
pasa, dónde estaba el niño, con quién…?
Observando
a los niños, nos damos cuenta de que algunas conductas, como las rabietas, la
desobediencia o los problemas con las comidas sólo se producen:
– en presencia de determinadas personas (el padre,
la madre, los hermanos, los abuelos o los profesores);
– en determinados momentos (antes de ir al colegio,
durante las comidas o a la hora de hacer los deberes);
– o en lugares concretos (en casa, el colegio, el
parque o la puerta de la calle).
Conviene
analizar estas circunstancias para que seamos más conscientes de qué cosas
tenemos que cambiar para que cambie el comportamiento del niño.
¿Qué
obtiene el niño de su comportamiento? ¿Cómo respondemos nosotros?
Como ya
comentamos, ante cualquier comportamiento…
–
Prestar atención al niño, las palabras de elogio y aprobación, las caricias,
los premios… refuerzan y consolidan esas conductas, aumentan la probabilidad de
que ese comportamiento se repita en el futuro.
–
Por el contrario, si la conducta del niño no va seguida de consecuencias
agradables, si no es reforzada, es menos probable que vuelva a ocurrir en el
futuro; esta conducta se debilitará y desaparecerá.
Por lo
tanto, es importante que reflexionemos sobre:
– ¿Estamos reforzando una conducta negativa? ¿Le
estamos prestando una excesiva atención a los comportamientos negativos?
¿NO
estamos premiando sus conductas positivas? A
veces, no sirve considerar que es natural que el niño se porte bien, tenemos
que demostrarle que nos agrada que se comporte así.
¿Qué
debemos hacer cuando el niño se porta mal?
Una vez
que tenemos claro qué es lo que queremos cambiar, en qué circunstancias el niño
suele comportarse mal y qué obtiene el niño de su conducta, podemos determinar
a partir de qué momento las cosas empiezan a ir mal.
Nos guiaremos por estas tres reglas básicas:
1. Ignorar las conductas inadecuadas del niño, evitando,
de esta forma, reforzar los comportamientos negativos.
2. Cuando utilicemos el castigo, asegurarse de que la consecuencia
negativa que sigue a un mal comportamiento no suponga de alguna manera una recompensa
para el niño. Por ejemplo, si mandamos al niño a su habitación,
cuando en ésta tiene el ordenador, sus juguetes, libros, etc, no supondrá un
castigo para él. O si, mediante el supuesto castigo, consigue dejar sin
terminar un trabajo para el colegio, porque lo mandamos castigado a su
habitación por pelearse con su hermana cuando hacía las fichas.
3. El niño debe ser recompensado o premiado inmediatamente siempre que se
comporte de la forma esperada.
EL REFUERZO POSITIVO
– Muchas veces tendemos a responder sólo ante
las malas conductas y esto hace que el niño perciba a veces que
la única manera de recibir atención de sus padres es comportándose mal.
Ejemplo: Elsa y Juan están jugando tranquilamente en su cuarto y nadie les dice
lo bien que se están portando al compartir los juguetes y jugar juntos sin
pelearse. Pero poco después empiezan a discutir por una tontería y mamá les
grita y les castiga inmediatamente.
– Las conductas positivas normalmente pasan
desapercibidas, ya que damos por hecho que es la “obligación” del
niño comportarse de esa forma. Hay que pillar al niño haciendo también algo
bueno, no siempre lo malo…
– Lo correcto es felicitar al niño
inmediatamente después de que haya hecho algo bueno, incluidas las
“pequeñeces” como hablar sin gritar o pedirle un juguete a su hermana en lugar
de quitárselo, estudiar todos los días, aunque sea su deber…. Sin refuerzo no
hay aprendizaje.
– La forma de reforzar al niño puede ser prestando atención a sus comportamientos positivos, alabándole,
dándole algún pequeño premio, o mediante el contacto físico.
Atender
a los comportamientos positivos del niño:
¿En qué
consiste?: se trata de reforzar la conducta
contraria a la que se quiere eliminar, es decir, ignorar los comportamientos
que nos desagradan y sólo prestar atención a los que nos agradan.
¿Cómo
hacerlo?:
–
Si el niño se levanta constantemente cuando está haciendo los deberes, le
reforzaremos con palabras amables cuando le veamos permanecer sentado
trabajando.
–
Si el niño lloriquea continuamente, se trataría de ignorarlo y acercarnos y
hablarle si se pone a jugar tranquilamente después de haber dejado de
lloriquear.
–
Si está jugando con la comida, se puede prestar atención cuando coja el tenedor
y elogiar la forma en que se está comiendo los macarrones.
–
Cuando el niño tiene hermanos o hay otros niños presentes, podemos dirigir
nuestra atención hacia los niños que se están portando bien para que quiera
imitarlos. Por ejemplo, si el niño está continuamente levantándose de la mesa
mientras los otros están sentados comiendo, lo más apropiado es elogiar la
conducta de los niños que están sentados correctamente, hablarles, sonreírles,
y hacer caso omiso del que va de un lado para otro.
¿Cómo
elogiar?:
– El modo más eficaz de
formar una buena conducta es moldearla con elogios. Para lograrlo, debe
hacerse a menudo. “Qué bien te has portado en
casa de los abuelos”, “estás poniendo la mesa genial”, “eres un fenómeno
haciendo la cama”, “qué bien que te has lavado los dientes tú solo, sin que yo
te dijera nada”,…
– Usar elogios concretos. Hay que decirle al niño
exactamente lo que ha hecho bien. Cuanto más concreto sea el elogio, mejor
comprenderá el niño lo que ha hecho bien y será más probable que lo repita. Por
ejemplo, una mañana vemos que nuestra hija se ha hecho la cama, y al
encontrárnosla en el baño peinándose le decimos “muy bien, cariño”.
La niña no sabrá que si nos referimos al hecho de que se ha hecho la cama o a
que se esté peinando. Es mejor decir “Has hecho la cama muy bien esta
mañana”.
– Elogiar el comportamiento y no la personalidad. En lugar de “eres
una niña muy buena”, “qué bien has hablado a la abuela”. No se puede
generalizar, ni en lo bueno ni en lo malo.
– Elogiar inmediatamente. No debe pasar mucho tiempo
entre el comportamiento positivo y la respuesta paterna. Los elogios son mucho
más eficaces cuando se producen pronto, especialmente en el caso de niños
pequeños. Algunos niños mayores pueden apreciar el reconocimiento posterior.
– Elogiar cada pequeño paso en el camino hacia la
conducta deseada. Debéis felicitarle por sus pequeñas mejoras, no por la
perfección de sus acciones. Supongamos que el niño está acostumbrado a que se
le atienda enseguida y no deja nunca una conversación telefónica sin
interrumpir. La primera vez que espere 30 segundos, es bueno hacer una pausa en
la conversación y darle las gracias por no interrumpir. A la siguiente
oportunidad, se debe esperar un poco más para hacerla pausa. Cuando ya haya
aprendido a dejarnos terminar nuestras conversaciones, es conveniente elogiarle
de vez en cuando.
– Elogiar de acuerdo con las preferencias y reacciones del niño.
Los abrazos, los besos y otras señales físicas junto con palabras de aprobación
suelen ser muy eficaces en los niños más pequeños. Sin embargo, a algunos niños
un poco mayores les gusta ser elogiados discretamente. Un guiño o levantar el
pulgar le indicará que se ha notado su buen comportamiento. Otros niños mayores
aceptan mejor comentarios simpáticos que elogios directos. Por ejemplo, “qué brigada de limpieza habrá pasado por aquí” puede
ser mejor que decir “has hecho la cama y has limpiado
estupendamente”.
– También se
puede elogiar al niño delante de otras personas para que
el niño lo oiga.
¿Cómo
premiar?:
– Hoy en día los
niños suelen tener todo lo que quieren: todos los juguetes de moda, consolas,
ordenadores, cámaras de fotos, móviles… Son grandes consumistas, son máquinas
de pedir y de comprar: “cómprame una chuche, quiero los
cromos de la liga de fútbol, cómprame ese muñeco, quiero algo…”.
– Lo adecuado
es sólo dar premios materiales al niño cuando se comporte bien.
Por ejemplo, si todos los sábados cuando salimos a pasear por la mañana le
compramos un sobre de cromos y unas chucherías, lo adecuado sería ajustarlo a
su conducta: “Si te portas bien el sábado por la mañana, te compraré los cromos
y unas gominolas”. Si no el niño considerará que haga lo que haga
tendrá un premio, porque sí.
– Los premios no tienen por qué ser siempre cosas materiales.
Se puede premiar de muchas otras maneras: dedicándole al niño una tarde entera
de juegos con él, llevándole al parque, dejando que escoja la cena, 15 minutos
más de videojuegos el sábado,…
– Las recompensas y
privilegios que demos al niño deben estar adaptados a sus gustos
particulares. Lo que para un niño es una recompensa, no tiene por
qué serlo para otro. Para un niño ver la tele 15 minutos más antes de acostarse
puede ser un premio y para otro no. Para un niño que come muy mal escoger la
cena del sábado es un premio y para otro que come de todo no tanto.
– Los premios deben variarse con cierta frecuencia para
evitar la saciación, es decir, que el niño se canse de recibir siempre los
mismos premios y dejen de hacer efecto.
– Los premios deben
darse en proporción a la importancia y dificultad de la
conducta que se desea premiar. Los grandes premios sólo deben darse si se trata
de un comportamiento adecuado que nos parezca importante y que le suponga un
esfuerzo al niño. No se debe regalar al niño una consola por un aprobado en
mates, por ejemplo.
¿Cómo
reforzar mediante el contacto físico?:
Cuando el niño se porta bien, también podemos demostrarle que nos agrada su
conducta mediante el contacto físico. Es muy efectivo, sobre todo, con
los niños más pequeños, y con niños
muy cariñosos y “pegajosos” que necesitan continuo contacto físico.
– Sentarse cerca del
niño
– sentarlo en nuestras
rodillas,
– darle palmadas
cariñosas,
– abrazos y besos,
– hacerle cosquillas,
– juegos que
impliquen actividad física (por ej, subirle a caballo), etc.
IGNORAR AL NIÑO
La
mayoría de las conductas inadecuadas de los niños son una forma de reclamar la
atención de sus mayores. Conviene darse cuenta de cómo muchas veces a través
del llanto, los gritos o el negarse a obedecer, consiguen ser atendidos o
“salirse con la suya”, dejando algo que no querían hacer sin hacer.
¿En qué
consiste esta “retirada de atención”?: en
ignorar de forma sistemática los comportamientos inadecuados. Las conductas que
se ignoran desaparecen. A los niños no les gusta que les ignoren y se darán
cuenta de que su conducta no funciona.
Ejemplo: Los fines de semana, antes de cenar, Pablo siempre pide alguna
chuchería. Cuando no se la doy, se tira al suelo y se pone a llorar. Lo que
ocurre es que algún día me pilla “con la guardia baja” y, por no aguantarlo, se
la acabo dando, con lo cual volverá a pedirlo. Lo adecuado en esta situación
sería decirle que no UNA SOLA VEZ y, a partir de ahí, ignorar sus llantos, sus
quejas y sus pataletas.
¿Cuándo
ignorar al niño?:
– Ignoraremos al niño
cuando muestre rabietas, cuando se ponga agresivo o contestón con nosotros, cuando se
niegue a hacer algo que le pedimos…
¿Cuándo
no es adecuado ignorar?:
– Es evidente que NO
se pueden ignorar conductas peligrosas, como
correr por la carretera, subirse a las estanterías o jugar con los enchufes.
– Tampoco se pueden
ignorar conductas intolerables, como pegar o morder.
– No conseguiremos
nada cuando hay otras personas que están reforzando el comportamiento
del niño mediante su atención. Por ejemplo, cuando ignoramos al niño
y éste comienza a llorar, y va el abuelo a consolarlo. Por lo tanto, se debe
hablar con la familia una vez que hayamos decidido ignorar los malos
comportamientos del niño, para que todos actúen con él de la misma forma.
¿Cómo
ignorar?:
– No reaccionar al mal comportamiento de ninguna
manera, no decir nada al respecto, no mostrar ninguna expresión facial o hacer
gestos como reacción a ello.
– No mirar al niño cuando esté actuando, mirar hacia otro
sitio, darle la espalda, apartarse disimuladamente todo lo posible, salir de la
habitación si es necesario.
– Hacer como si se estuviera ocupado en otra cosa y
uno no se da cuenta de lo que está pasando, hablar con otra persona, tararear,
subir el volumen de la radio, mirar al techo, hablar con uno mismo de sus
cosas,…todas son formas eficaces para no prestar atención.
– Premiar las buenas conductas: prestar atención después
de que haya parado de comportarse de forma inadecuada, sonriéndole, mirándole o
hablándole, con elogios y gestos de afecto. Que vea que cuando se porta bien es
cuando capta mi atención, no de otra manera.
A tener
en cuenta…
– Hay que estar preparados: al ignorar al niño, en un primer
momento, los comportamientos empeoran antes de mejorar. El niño,
al principio, intentará atraer una atención a la que está acostumbrado,
mediante más llantos, quejas, gritos,….Pero no debéis abandonar. Podéis anotar
el tiempo que duran las rabietas o las quejas, o contar las veces que se
producen, para así comprobar los progresos que se hacen. Aunque parezca que las
pataletas duran una eternidad, se pueden medir en segundos o minutos. Cuando
comprobéis que los quejidos duran 10 minutos el día que no se le compra una
chuchería, y 8 minutos al día siguiente, os animaréis a seguir con la táctica.
– Esta técnica
produce resultados duraderos, aunque es un procedimiento lento, sobre todo si la conducta ha sido
reforzada anteriormente de manera intermitente (unas veces le hice caso y otras
no).
– Vosotros debéis
valorar el comportamiento y decidir si se puede ignorar sin problemas. No debéis empezar con algo que no podréis ignorar durante mucho
rato, pues esto haría que la conducta empeorase en vez de mejorar,
ya que le estaríais reforzando de manera intermitente.
Otra forma
de ignorar: la técnica del “disco rayado”:
– En qué consiste: como su nombre indica, en repetir,
tantas veces como sea necesario, nuestra negativa a la petición del niño.
Ejemplo: en el caso de Pablo, cuando insiste en picar algo antes de la cena,
le explicaremos nuestra decisión de forma razonada UNA SOLA VEZ: “no puedes comer chocolate antes de la cena porque te quitará el
apetito y luego no querrás el pescado”. A partir de ahí, como
respuesta a sus súplicas, se le repetirá nuestra negativa de una forma breve “No comerás nada antes de la cena”. No importa lo
creativos que se vuelvan sus argumentos, nos limitaremos a repetir “No comerás nada antes de la cena”.
– Funciona muy bien
con niños que no aceptan el no como respuesta, niños que
han aprendido que su insistencia da resultado, que saben que los demás cederán
al final.
– Cómo hacerlo: en un tono relajado, sin enfadarse,
simulando prestar poca atención a la petición del niño, siempre con las mismas
palabras.
LA RIÑA
¿Cómo
reprender?:
– Debe hacerse inmediatamente después de la mala conducta del
niño.
– En privado. Si se riñe al niño en público es
posible que la atención que le presten otras personas, en lugar del efecto de
castigo, tenga un efecto de premio, o que le genere rencor al niño por
“humillarle” en público.
– La riña debe
ser enérgica, firme, pero no excesiva, no hace falta
gritar, debe hacerse tranquilamente, con serenidad.
– Debe ser breve, no debe entrarse en discusiones con el niño, ni
atender a réplicas poco razonables, porque nos arriesgamos a entrar en una
discusión sin fin, sobre todo con esos niños que quieren tener siempre la
última palabra, y porque, además, los niños habitualmente desconectan a los dos
segundos de comenzar a “soltarles el rollo”.
– Si el niño es pequeño y tras la reprimenda llora, no se
le debe consolar de inmediato, sino que hay que esperar a que se calme.
EL CASTIGO
Es, sin duda, el método más extendido para
corregir conductas. Sería maravilloso poder educar a los niños usando sólo
técnicas positivas, pero no siempre es posible.
Debemos tener en cuenta que el castigo tiene algunos inconvenientes, para no abusar de él y
utilizarlo sólo cuando sea necesario:
– Con el castigo no se logra que el niño aprenda una
conducta más adecuada, sólo hace desaparecer o reducir una conducta
problema. Enseña lo que no se debe hacer en lugar de lo
se debe hacer. Por ejemplo, Marta de 3 años, se sube a una
silla para coger un vaso y su madre la castiga porque la silla se tambalea y la
niña se cae al suelo. Marta se echa a llorar y dice que no lo volverá a hacer.
Si esto se deja así, la niña no aprenderá que debe pedir ayuda o no sabrá que
hay tazas más abajo. Aprendió lo que no debe hacer pero no lo que debe hacer en
el futuro.
– Si se castiga demasiado, el
niño puede aprender a engañar, a “escurrir el bulto” para escapar
del castigo.
– Puede generar miedo en el niño.
El objetivo no es que el niño tema a sus padres, sino que les respete y les
obedezca.
– Además, sólo funciona cuando
está presente el que castiga. En cuanto le demos la espalda al niño
castigado, encenderá la tele o la consola.
– Cuando se usa el castigo muy a menudo pierde eficacia, se acaban acostumbrando.
Hay niños que están eternamente castigados, siempre y a todo (hasta la próxima
evaluación sin consola, tele, móvil, sin salir, sin jugar fútbol,…)
El castigo, sin
embargo, no debe considerarse necesariamente bueno o malo. Los expertos
no están en contra de su aplicación. Están a favor de un uso eficaz del castigo. Dado que el castigo es, a
veces, innecesario, la cuestión es cómo y cuándo emplearlo.
Todos conocemos el
castigo, pero, con mucha frecuencia, no lo usamos como deberíamos:
– “Estás castigado sin tele, sin consola y sin ordenador durante
todo el mes”.
– “No volverás a usar el ordenador hasta los 35”.
– “Estoy tan enfadada que ahora mismo no sé lo que voy a hacer
contigo…te diré tu castigo más adelante, tengo que pensármelo”.
– “Estás castigado hasta nuevo aviso”.
– “¡Verás cuando llegue tu padre…!”
¿Cuándo
castigar?
– Siempre que el niño
incumpla una norma.
– Cuando la conducta
del niño está poniendo en peligro su
seguridad o la de los demás: pegar, subirse a las estanterías,…
– Cuando se trata de
un comportamiento negativo poco frecuente. Si es algo que
el niño hace habitualmente, el castigo pierde su efecto, ya que le estaremos
castigando de continuo y el niño se acostumbrará. Por ejemplo, si el niño es
muy inquieto y no consigue estar más de 10 minutos seguidos sentado, de nada
servirá que le castiguemos por ello.
¿Cómo
castigar?
– El castigo elegido debe ser realmente eficaz, debe
disminuir la probabilidad de que la conducta se repita. Si mandamos al niño a
su cuarto por haber pegado a su hermana, y en la habitación ha estado jugando
con el fuerte de Playmobil, cuando salga no le habrá importado nada el castigo
y volverá a pegar a la niña.
– Deben ser educativos. A la vez que castigamos la mala
conducta, debemos enseñarla correcta. Tienen que tener relación con la norma
que se ha saltado el niño. Además de castigar al niño sin tele por no recoger
su habitación, debemos obligarle a que haga su cama, que ordene su armario y
que recoja los juguetes que tiene tirados por el suelo. Si está castigado por
algo que le pedí, debe hacerlo.
– Para que el castigo sea
eficaz, tiene que aplicarse INMEDIATAMENTE DESPUÉS de la conducta
inadecuada. No puede dejarse para más tarde o “para cuando venga tu
padre”. El castigo funciona cuando es inmediato, no cuando es grande.
– El niño tiene que saber por qué se le castiga, se le
tiene que explicar antes de castigarle cuál es el comportamiento que nos
desagrada y qué ocurrirá si se sigue comportando de esa forma.
– Debe ser firme y consistente. Debe castigarse
SIEMPRE la conducta inadecuada, independientemente de nuestro humor, de estar
en una casa que no es la nuestra, etc.
– Por lo tanto, el castigo debe ser realista, debe ser algo que el niño pueda
cumplir (no castigarlo con estar sentado toda la tarde en su escritorio, cuando
sabemos que no puede permanecer quieto más de 10 minutos) y que nosotros seamos
capaces de hacer cumplir (“pobrecito, lleva toda la semana
sin postre, como hoy es el cumpleaños de su hermana nos saltamos el castigo”).
– Debe ser proporcionado al mal comportamiento. No
se pueden castigar de la misma forma pequeñas faltas (como no hacer la cama o
no recoger los juguetes) que las faltas graves (como pegar al hermano o romper
un mueble de la casa).
– Debe ser lo más corto posible y debe tener un final claramente
establecido. De nada sirve castigar sin consola durante un mes
o de forma indefinida, el niño habrá olvidado en ese tiempo por qué está
castigado.
– Siempre se debe dar al niño la oportunidad de realizar la conducta
correcta, que demuestre lo que ha aprendido. Por ejemplo, si castigo
a mi hijo por haber llegado tarde a casa con no ir al parque un mes, no podrá
demostrarme que ha aprendido a ser responsable.
– El castigo debe usarse con moderación, si se usa muy a
menudo el niño se habitúa y no es efectivo. Siempre lo utilizaremos COMO ÚLTIMO
RECURSO.
Lo que
nunca se debe hacer…
– No se debe amenazar en vano. NUNCA se debe decir
al niño que se le castigará y luego no hacerlo. No hay que darle la segunda, la
tercera ni la décima oportunidad antes de entrar en acción, porque esto hará
que la mala conducta se consolide y se haga resistente al cambio. Y no se deben
retirar los castigos una vez puestos.
– No se debe recompensar nunca la conducta que se castiga. Por
ejemplo, cuando María habla mal de sus amigas, su madrela reprende. Pero cuando
habla mal de la vecina, su madre no puede contener una sonrisa.
– No debemos dejarnos llevar por nuestro estado de ánimo, por
el cansancio, etc, a la hora de establecer un castigo. De esa forma podemos
poner un castigo exagerado o castigar de forma “extra” al niño mediante nuestro
trato hacia él.
– El castigo nunca debe atentar contra los derechos del niño. Nunca
debe ser violento, ni debe humillarle o ridiculizarle.
– No debe implicar falta de amor. De ninguna manera
debemos castigar a nuestros hijos quitándoles nuestro afecto.
Siempre
recordar que el fin del castigo no es dañar, sino enseñar. Que nunca se
convierta en una venganza.
|
Otras
formas de castigar:
– Sobrecorregir al niño: Si el niño ha pintado la pared
de su cuarto, obligarle a que limpie lo que ha manchado, y además, que recoja
los juguetes que tiene tirados por el suelo.
– Hacer que practique conductas positivas de forma exagerada:
por ejemplo, si el niño no va a la cocina cuando se le llama para comer, se
trataría de obligarle a salir fuera y esperar allí a que se le llame durante 10
veces consecutivas. Otro ejemplo, Javi siempre va corriendo por casa en lugar
de caminar, con lo cual a veces tropieza con nosotros por el pasillo o tira
cosas de la casa al suelo. Lo que haríamos sería hacer que el niño vuelva hacia
atrás y obligarle a que recorra el pasillo despacio 10 veces.
LA PÉRDIDA DE PRIVILEGIOS
¿En qué
consiste?: en quitar
un privilegio del que el niño está disfrutando en el momento en que empieza a
portarse mal.
Ejemplo: Marcos está viendola TV, y cuando aparece su hermana, comienza a
pegarla. Aplicar esta técnica aquí consistiría en apagarlela TV, es decir, el
privilegio del que estaba disfrutando.
¿Cuándo
aplicarlo?
– Cuando la conducta
inadecuada sea seria o peligrosa para el niño
o para los demás.
– Es más eficaz
en niños mayores y adolescentes.
¿Cómo
se aplica?:
– El privilegio debe ser algo que se pueda negar EN
ESE MOMENTO al niño.
– El número de privilegios a suprimir y el tiempo durante el cual no se podrá disfrutar de
ellos deben adaptarse a la edad del niño y a la importancia o severidad de la
conducta.
– El privilegio debe
retirarse, como máximo, durante 24 horas;
castigar al niño sin televisión o sin consola durante una semana o un mes
entero no suele funcionar, entre otras cosas porque el niño tiene una noción
del tiempo muy diferente a la nuestra, y cuando haya pasado el mes, si se le
pregunta por qué se le ha castigado, lo más probable es que conteste que ni
idea…..
– Cuando se retire el
privilegio, vuestra actitud debe ser tranquila y firme.
– Hay que cambiar los privilegios que se suprimen con cierta
frecuencia, para que la técnica no pierda eficacia.
EL “TIEMPO FUERA” O MANDAR AL NIÑO AL RINCÓN
¿En qué
consiste?: en
hacer que el niño pase unos minutos en un rincón o cualquier habitación
aburrida para él, donde no pueda encontrar ninguna cosa divertida o estimulante
(juguetes, libros, pinturas, cuadros, TV,…), inmediatamente después de un
comportamiento incorrecto. Se trata de retirar al niño de una situación
reforzante o agradable para él.
Ejemplo: estoy jugando con mis dos hijos a las construcciones, pero Pedro no
deja de “chinchar” a su hermano Adrián. Lo adecuado sería avisar a Pedro de que
si sigue comportándose así, le llevaré a la cocina hasta que se calme. Si el
niño sigue metiéndose con su hermano, le sacaré de la habitación y me quedaré
jugando con Adrián hasta que pase el tiempo acordado.
¿Cuándo
mandar al niño al rincón?:
– Esta técnica se
utiliza para conductas molestas, agresivas o violentas,
como pelearse con sus hermanos, molestar a otros niños, dar malas
contestaciones, gritar, ponerse llorón, etc.
– Es muy eficaz en
niños de entre 2 y 10 años.
¿Cómo hacerlo?:
– El rincón o la habitación
de “aislamiento” debe ser aburrida, pero no oscura ni
cruel, que no atemorice al niño.
– Explicarle al niño las reglas, especificar con claridad
qué es lo que esperamos de él y lo que ocurrirá si estas normas se incumplen.
– Es conveniente
aplicarlo después de una advertencia, sólo si
el niño persiste en la conducta inadecuada después de este aviso.
– Llevar al niño al lugar
aburrido de forma tranquila y sin gritar y sin entrar en ningún tipo de
discusión con él sobre la medida tomada.
– No se debe imponer como
algo negativo, sino que se le debe plantear al niño como una oportunidad para calmarse.
– El tiempo de
“aislamiento” adecuado es de 1 minuto por año de edad del
niño, un largo periodo puede resultar inútil.
– Si en la situación hay
presentes otras personas (sus hermanos, familiares, otros niños),… se puede
hacer también dejándole en el mismo lugar pero sin
participar, simplemente observando cómo los demás reciben atención
por portarse bien. En nuestro ejemplo, Pedro se quedaría en un rincón de la
habitación mientras yo sigo jugando con Adrián, y no le haré caso hasta que
pasen los minutos del “tiempo fuera”.
– Se puede utilizar
un despertador o un reloj de cocina, cuando suene la
alarma el niño puede volver si se ha tranquilizado.
– Advertirle que si sale de su sitio antes de que termine el
tiempo, éste volverá a contar de nuevo.
– Si el niño se niega a ir al rincón, hay que
aumentarle 1 minuto extra por cada minuto de resistencia.
– Se deberá reforzar al niño en la primera conducta positiva que
realice después del “aislamiento”.
– No permitáis que el tiempo fuera se convierta en una manera de
evitar responsabilidades. Cuando el tiempo se cumpla, el niño debe
hacer lo que se le pidió antes de comenzar el tiempo fuera.
LA LEY DE LA ABUELA
¿En qué
consiste?: en exigir
al niño que haga algo que no le gusta hacer, como condición indispensable para
conseguir algo que le gusta, que desea o que había planificado hacer.
Ejemplo: “podrás comer un trozo de tarta cuando te comas el pescado”.
¿Cómo
se aplica?:
– Funciona mejor
cuando se habla al niño de una manera tranquila.
– Debe plantearse de forma positiva. Es decir, en
lugar de “no irás al parque si no recoges tu habitación”, “si quieres salir al parque, debes recoger primero tu habitación”.
En lugar de “si no terminas los deberes de mates, no te
dejaré jugar ni ver la tele”, “si quieres ver la tele y jugar, tienes que
terminar los deberes de mates”.
¡ÚLTIMOS CONSEJOS!
– Debéis saber que es muy frecuente que cuando se
comienzan a aplicar estas técnicas se aprecia una mejoría que disminuye rápidamente y los padres
suelen abandonarlas, creyendo que no son efectivas. Hay que tener claro que
todos los niños tienen altibajos y que tardaremos un tiempo en conseguir el
objetivo deseado.
– Lo principal es asegurarnos de que las metas que le
ponemos al niño seanespecíficas y simples, no pedirle
al niño demasiados cambios a la vez y no exigirle la perfección desde el
principio.
– No olvidéis buscar ejemplos de buenos
comportamientos para premiar más que castigar las
transgresiones del niño.
– Todas las decisiones tomadas en
relación al niño tienen que ser consensuadas entre padre y madre. Debéis
mostraros coherentes y unidos delante del hijo.
– Recordar que el objetivo final es que el niño aprenda que cuando una regla se rompe, hay una
consecuencia negativa, y que una buena conducta tendrá consecuencias agradables.
Y
siempre…
§
Confiad siempre en vuestro hijo. Si él ve que sus padres nunca confían en el, se hará merecedor de esa
desconfianza.
§
Poner en primer lugar lo primero. Desarrollad un sentido de las prioridades. Hay que distinguir entre las
batallas y las guerras, entre las cosas banales que queréis que el niño haga
(por ejemplo, hacer la cama antes de ir al cole) y las metas más importantes
que se deben lograr (que esté preparado para que le lleves al cole y cuando
salgáis de casa haya un clima de paz y tranquilidad). El hecho de estar
enfrentándonos continuamente al niño por todo lo que hace mal a lo largo del
día puede hacer que nos encontremos atrapados en luchas por cosas triviales.
§
Sobre todo, escuchadlos y buscad tiempo para estar con ellos.
Primero tratar de comprender y LUEGO de ser comprendido.
En qué consiste: como su nombre indica, en repetir,
tantas veces como sea necesario, nuestra negativa a la petición del niño.
Ejemplo: en el caso de Pablo, cuando insiste en picar algo antes de la cena,
le explicaremos nuestra decisión de forma razonada UNA SOLA VEZ: “no puedes comer chocolate antes de la cena porque te quitará el
apetito y luego no querrás el pescado”. A partir de ahí, como
respuesta a sus súplicas, se le repetirá nuestra negativa de una forma breve “No comerás nada antes de la cena”. No importa lo
creativos que se vuelvan sus argumentos, nos limitaremos a repetir “No comerás nada antes de la cena”.
– Funciona muy bien
con niños que no aceptan el no como respuesta, niños que
han aprendido que su insistencia da resultado, que saben que los demás cederán
al final.
– Cómo hacerlo: en un tono relajado, sin enfadarse,
simulando prestar poca atención a la petición del niño, siempre con las mismas
palabras.
Extraído de:
https://orientacionsanvicente.wordpress.com/2012/04/28/tecnicas-para-ninos-desobedientes/